jueves, 7 de marzo de 2013

El inicio


El inicio
La historia de esta singular Copa comienza con un hombre y una revista. El estadounidense Steven Hager ingresó como editor en jefe a High Times, revista especializada en cannabisy, a los meses, descubrió que un minúsculo aviso publicitario le generaba millones a un comerciante holandés. Por eso, alistó las maletas y voló a Ámsterdam para entender de qué se trataba.
Una vez ahí y tras hablar con este hombre, rodó por la ciudad y encontró a Rob Clark y Dave Watson, quienes le explicaron que hubo alguna vez un estado llamado California que albergaba festivales de marihuana sin tener problemas con la autoridad. La idea le quedó grabada y, al año siguiente, comenzó en la capital holandesa la primera Copa, con solo tres jueces: Hager, otro editor de la revista y un fotógrafo. Después creció.

DIFUSO

En Holanda, la marihuana y el hachís se mueven en una “zona gris”
En la sexta edición, se introdujeron los trofeos –una copa metálica decorada con hojas de marihuana– y adoptaron el número 420, que ya estaba siendo usado en otras partes del mundo por la cultura cannabis. Cuatro años más tarde, entró al juego el “Salón de la Fama de la Contracultura” con Bob Marley como primer homenajeado.
“Tenemos la competencia de marihuana más grande del mundo”, dice orgullosa Jennifer Bernstein, jefa de prensa de la Cannabis Cup y editora de High Times.
Este año, la Copa se realiza en los terrenos del bar Roest, que hasta el año pasado eran ruinas industriales.
“En esta edición, tenemos un ambiente que respira herencia industrial, mundo urbano y libertad de expresión, que son elementos que comparten muchos de los asistentes”, afirma el holandés Robbie Zegers, quien lleva 15 años a cargo de las locaciones.
La exposición ocupa una bodega alta y larga, con puestos a ambos lados de un generoso pasillo central.
El verde arrebata el espacio a los demás colores, los dreads parecen escasos para lo que dicta el estereotipo, y hace rato dejé de discernir olores. Pero hay muchos celulares tomando fotos y videos, abundante material promocional y ningún menor de edad.
Los asistentes se pasean entre puestos que ofrecen cualquier artilugio relacionado con elcannabis que el ingenio humano haya podido producir: desde semillas y pipas, hasta lentes especiales para plantaciones y revistas especializadas. Es el paraíso verde.
Las reglas del juego son sencillas: se permite entrar con cinco gramos de marihuana (la misma cantidad que es legal poseer en Holanda), todos deben ser mayores de edad y están prohibidos el alcohol y las “drogas duras” –de cocaína y heroína para arriba–. Nada que no exista en la ley holandesa.
Cada juez se desplazará por la ciudad hacia los diferentes coffee shops recomendados por la organización de la Copa. Estos establecimientos son los lugares autorizados por el gobierno holandés para vender marihuana y hachís, tolerados en “zonas grises” de la legislación desde 1972, cuando las autoridades reconocieron el derecho del mítico Mellow Yellow a operar vendiendo cannabis.
Aquí el trofeo no se lo llevan los fumadores, sino los productores. Más de una veintena decoffee shops y comerciantes ofrecen sus variedades, con competidores mayoritariamente de Holanda. Algunas cepas fueron “trabajadas” en otros países, como las galardonadas variedades de Cali Connection, un colectivo que tomó semillas de la costa oeste de Estados Unidos y ahora se produce en Ámsterdam.
“Tomamos cepas que se han estado produciendo durante 30 ó 40 años en California y producimos una marihuana única en el mundo”, explica el fundador y dueño de CaliConnection, quien se refugia en el seudónimo de Swerve.
El jueves pasado, cada juez votó en unas cabinas especiales instaladas por los organizadores y este año, por primera vez, se elegirá la mejor cepa de marihuana por medio de tabletas electrónicas.
La secta
Hager llevó su movimiento a un nuevo nivel con la instauración, en 1995, de la Temple Dragon Crew, una secta dedicada a “proteger y velar” por la Copa. Alrededor de cánticos y rituales tomados del movimiento arcoíris y otras subculturas, la Copa Cannabis dio paso a un evento más articulado.
Liderados por su fundador, fueron los Dragones –como ellos se llaman– quienes dieron el primer banderazo de la Copa, a las 4:20 de la tarde del anterior domingo 18.
Un nutrido grupo ingresó al salón de conferencias cargando una mesa con siete candelas llameantes, siete tarritos con marihuana y los trofeos que se entregarían el jueves.
La comitiva parecía carnaval: iba liderada por un guitarrista-cantante con pendientes que le colgaban del cuello, un pantalón holgadísimo y cordones mal amarrados.
La ceremonia cerró con un discurso de Hager, todo un titán de la energía sobre la tarima. “¡Les daré ahora cuatro excelentes razones para legalizar la marihuana!”, vocifera con un puño en alto. “Primero: Es una excelente medicina, la mejor del mundo. Segundo: La mata de marihuana sirve para construir cualquier tipo de estructuras y es amigable con el ambiente. Tercero: La lucha contra el cannabis alimenta de manera absurda el sistema penitenciario del mundo. Y por último: Vean a esta gente hermosa. La marihuana es señal de paz”.
La audiencia aplaudió, no fanática, pero definitivamente complacida. Los músicos retomaron la melodía y el rom-bom-tom-bom del bongó le añadía un timbre delicioso.
La droga y su casa gris
A diferencia de la creencia popular, la marihuana y el hachís no son sustancias legales en la legislación holandesa. Ambas drogas se mueven en una “zona gris” –según lo describen autoridades, comerciantes y clientes– donde los límites están difusos.
En 1976, Holanda adoptó una política oficial de despenalizar el consumo y la posesión de menos de 30 gramos de marihuana –que más adelante se bajó a 5 gramos. La medida separa el cannabis de las “drogas duras”, como cocaína y heroína, y le da un tratamiento similar al que tienen el alcohol y el tabaco.
“Las autoridades descubrieron que el efecto de la marihuana no calzaba con los de las drogas duras, pero que los clientes de cannabis compraban la droga a traficantes que también podían ofrecerles cocaína o pastillas”, explica Robbie Zegeres, quien trabaja en la Copa Cannabis hace 15 años.
Dividir la oferta implicó crear espacios donde fuera legal vender marihuana y nacieron (o se legalizaron) los coffee shops.
Varias reglas que rigen estos locales son que cada adulto puede comprar un máximo de cinco gramos al día. En cuanto al local, no puede tener más de medio kilo en inventario y no puede anunciar que vende marihuana.
La producción casera está permitida, pero no más de cinco plantas; la industrial es totalmente ilegal. Comerciar cannabis dentro de los límites de la ley es complejo tomando en cuenta que cargar más de cinco gramos está prohibido en cualquier circunstancia. ¿Entonces, de dónde consiguen la marihuana los coffee shops?
“Es parte de la zona gris. Es posible que cada local compre cinco gramos a cien personas cada día, pero pensar eso no es real. Detrás de esto sigue habiendo alguien que les vende en grande”, sostiene Zegeres.
El consumo de cannabis es un negocio de peso en Holanda. Datos de la Oficina de Turismo de Ámsterdam muestran que 10% de los 4,5 millones de visitantes que llegaron a la ciudad lo hicieron por los coffee shops.
Pero incluso eso estuvo en tela de duda este año. Un sistema para regular el “turismo de marihuana” proponía que solo holandeses y residentes legales pudieran comprarcannabis, previa afiliación a un coffee shop.
Desde el 1.° de mayo de anterior, la medida entró a regir en el sur del país (y estaba planificado que se extendiera al resto de Holanda el 1.° de enero), pero las elecciones de este año revirtieron esa idea tras registrarse un aumento en la venta callejera tras la prohibición.

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